Caminata con Manfred Werder: tejiendo el camino por nuevos espacios ya transitados
(a-notaciones para continuar el diálogo)
Texto: Susana González Aktories (S.G.A.)
Comentarios, documentación: Manfred Werder (M.W.), Ana Cecilia Medina (A.C.M.),
Cinthya García Leyva (C.G.L.), Roberto Cruz Arzabal (R.C.A.)
¿Por qué interesarse en el trabajo de un compositor en el marco del laboratorio de literaturas extendidas y otras materialidades? La respuesta es sencilla si se conoce el audaz perfil del suizo Manfred Werder, compositor reconocido internacionalmente.
En su blog la noción de la partitura parece responder a un lugar en el que las palabras y las imágenes “componen” la experiencia musical, sonora. Como huellas de un evento único, guardan un orden que puede ser leído, evocado, interpretado y de ahí traducido, de nuevo a sonido. Pero más allá de convocar en dicha huella algo de esa presencia, las fotografías y las palabras tienen función de instructivo, y así son capaces de ser reinterpretadas en un espacio y momento ajenos a los que le dieron lugar.
Hay fichas biográficas que sintetizan no una vida, ni una profesión, sino casi —diríamos— una actitud. En el caso de las palabras que se han empleado para describir a Manfred Werder, esto ocurre —de forma no deliberada pero sí muy afortunada— con fórmulas como el que “vive in situ”. Si se lee fuera de contexto, ¿no podría significar también que vive en el aquí y ahora? ¿Y no coincide esto en cierta medida con su poética, en su hacer y dejar ser?

Foto: S.G.A.
Marca con una cruz el lugar en el que ubicas tu quehacer, si tuvieras que definirlo entre estos dos puntos:
Sein Dasein
O—————————————————————————O
Plaza Santa Catarina, Coyoacán…………. 11:30 horas ……………….. haciendo tiempo.
S.G.A. “No sabía que hablaras tan bien el español.”
M.W. “Sí, es en parte porque mi mujer viene de un país hispanohablante. Mis hijas son bilingües.”
El lenguaje verbal es una clave importante de la poética de Werder.
Según comenta, además de haber aprendido “naturalmente” en la escuela el inglés y el francés, también le ha resultado sencillo manejarse en italiano y portugués, además del alemán-suizo y el español.
M.W. “Uno normalmente conserva el acento del lugar en donde aprende la lengua. ¿Dónde creen que yo lo aprendí?”
S.G.A. “Por su suavidad, tiene aire de chileno.”
M.W. “Así es.”
En esta caminata, Werder nos invitó a ir al encuentro de esos sonidos que, a su vez, se encuentran entre sí, entran en diálogo.
Más que intervenir el espacio sonoro, nos volvemos testigos auditivos de esas presencias y confluencias que se orquestan por azar, y al hacerlo, ejercemos algo de esa práctica de composición.
Nuestro acompañante se define a sí mismo deliberadamente como “compositor” para distinguir su quehacer, por ejemplo, del de los artistas sonoros. Reconoce que el entorno le ofrece “sonidos puros”, “cristalinos”. Considerando esto, vale la pena preguntarse cómo se definiría a la luz de, por ejemplo, John Cage y el silencio, la aleatoriedad del azar, la ocurrencia, o respecto de Murray Schafer y los paisajes sonoros, así como las caminatas sonoras.
A.C.M. Aquí podría vincularse el trabajo de Werder frente a la influencia del “situacionismo”: el músico como “compositor de situaciones”.
Comenta que busca eliminar parámetros en este tipo de experiencias sonoras. A este respecto, esta caminata abre la duda a qué clase de escucha es quien camina con el compositor. Hay algo que seguramente es distinto si quien lo acompaña es un músico-intérprete. ¿Cómo se distingue esta experiencia de las otras que el compositor suizo ha tenido en esta misma ciudad, por ejemplo, de las que realizó en el marco del curso de posgrado en la antes Escuela Nacional de Música de la UNAM en octubre de 2013, en compañía de músicos?
C.G.L. Al leer sobre esta posición que asume Werder como compositor y no como artista sonoro, cabe preguntarse en dónde está la intervención del que compone. Si está en la escucha, ¿acaso es un modo de reactualización de una serie sonora particular? ¿Cómo asume las diferencias entre lo sonoro y lo musical, si es que las asume? ¿En dónde está el vínculo? ¿Está en la actividad de recuperación sonora en el momento de escuchar o en algo que viene después, como ejercicio de memoria?
Para quien camina con Manfred Werder en esta ocasión, es un ejercicio que se hace en silencio, pero llama la atención que no tiene nada de silencioso. Al contrario, uno se deja envolver y penetrar por los sonidos con los que entra en contacto en un momento y circunstancia determinados.
M.W. “Todo lo que sucede es parte de la música”.
Hay algo de un aquí y ahora. Pero también hay algo de una potencial planeación, como en toda notación, que se proyecta hacia un futuro potencial, y que se realiza en un presente en constante devenir. El encuentro se vuelve, también, una negociación de los sentidos.
M.W. “El sonido puede ser tan abstracto como una brisa.“
Werder parece también concebir el ejercicio de escucha como algo social, algo que nos informa no sólo de la situación y la coyuntura, sino algo que construye un sentido, una identidad, capaz de configurar incluso la historia de un lugar. Pero advierte: “la escucha no tiene una función por sí misma”. ¿Cómo entender entonces la escucha?
C.G.L. Siempre hay algo que suena, pensando en el Cage que ya se anotó arriba, o también en Salomé Voegelin. Por otro lado, intriga el punto de vista del compositor sobre esta escucha ‘obligada’ de la que habla Pascal Quignard, por un asunto más bien fisiológico. El oído que no puede cerrarse, a diferencia del párpado. ¿El escucha deja de ser pasivo cuando escucha voluntariamente o cuando, precisamente, decide dar una función momentánea a su actividad? ¿Su actividad se convierte en algo así como una escucha funcional?
Somos invitados a un recorrido bajo la guía o instrucción de algunas de sus partituras, de Found Sentences y Found words, pliegos portadores de una articulación verbal que alberga un acto fundacional, creador, vinculado a su propia enunciación, a su lectura, aun silenciosa: palabra que nombra, que instaura. Son así partituras que también orientan, sugieren, al hacer re-sonar —en su otra acepción de “cuerdas” de un posible instrumento— lo que las palabras guardan como huella.
El paseo y el oído comienzan a abrirse a las distintas dimensiones y características de este cuadrante de Coyoacán, sus plazas, placitas, calles, callejones y avenidas.

Fotografía: A.C.M.
Interesante cómo el sonido invita a una lectura simbólica de la imagen. Simbólica en tanto nos habla de su dimensión sonora: el pasar silencioso de la nube, el efecto del color sobre una calle…
En silencio absorbemos, ¿por qué entonces la voluntad de retener algo más del momento, algo materializable en más que una huella en la memoria? ¿Una imagen? ¿Qué es lo que traduce?
El recorrido fotográfico en este caso, a cada “clic” que irrumpe en el espacio, busca ser, también, resultado o parte de una interpretación sonora: otra partitura.
A.C.M. Tal vez aquí sería interesante responder al uso de la imagen con la práctica de recolección de objetos que mantiene Werder. Qué ocurre a propósito de “los estados de los objetos”, o de lo efímero de la experiencia en relación a esa búsqueda de retener las cosas, los espacios, el tiempo, los momentos, eso que cuando se captura es otra cosa no el objeto en sí mismo. O bien, cómo el espacio y las cosas pueden modificarse, como el compositor dijo: “sólo porque tú estás ahí”.
La palabra, aun la más ocurrente, está determinada. La palabra inaugura, articula el encuentro, con la palabra, con la cosa y con su sonido.
Algo post-estructural me resuena en esta escucha, en esta idea de composición. La palabra se cita a sí misma.
Para Werder la cita tiene un atractivo importante en la composición: es, por su propia vocación, un elemento que propicia el encuentro, es su calidad de préstamo, evocación, homenaje, comentario.
A. C. M. ¿Qué hay del multilingüismo en la obra de Werder y su decisión de no traducir?
¿Quiénes hablan en esas composiciones?, ¿cuál es su lenguaje?, ¿cómo entra éste en relación con el lenguaje sonoro?
Y más allá de eso: ¿de quién es la composición?
Decisiones compositivas (ecos de la poética de M.W.)
Lo que pensamos, o lo que tomamos en nuestras manos, ya contiene algo prescrito, predeterminado; y sin embargo, en algún lugar debíamos empezar.
Dos puntos discretos: un inicio y un final.
Un intento de explicar lo que nos encontramos.
Constatamos las más pequeñas intervenciones en el lugar o, de hecho, en el mundo, intervenciones que no incorporan algo nuevo o algo privado a ese lugar: sólo indican nuestro principal vínculo con este mundo.
Lecturas acompasadas:
M.W. 2009/1
S.G.A. 2015
DOST
Aroma-Hecho-Esquina. No sé qué significa lo que leo, pero me pone sobre la pista.
RUE
Oro el sonido penetrante, agudo,
como cactus en maceta.
ARAUCARIA
Desde un espacio mínimo
recuerdo
ORE
LEWFÜ
Algo de la palabra compone.
Volvamos a los interiores, a los libros y su polvo, en sonidos apagados.

Fotografía: S.G.A.
Aquí debería sonar
MENTA
Estridencia de sierra metálica
Y luego canto de pájaros libres, desde lo alto, hablándole a un gallo casero que busca hacerles coro.

Fotografía: A.C.M.

Fotografía: S.G.A.
A.C.M. Cada quien fue su propio guía con partitura en mano. El no decir nada sobre las elecciones hizo que el “aquí y ahora” (ya extinto) se viviera individualmente, en compañía silenciosa. El gran final, completo resultado de la deriva: llegamos a una librería de viejo, a encontrarnos con otras frases y palabras. Curiosamente, al entrar ahí, dejé de escuchar…
1 Comentario
[…] La charla es la continuación de un encuentro previo del compositor con lleom. En la primera ocasión, condujo una caminata sonora por las calles de Coyoacán, en las que además los asistentes pudieron participar de algunas de sus partituras. Como recuento y provocación de esta actividad, publicamos una deriva a manera de crónica, que puede consultarse en esta liga. […]