Desde la opacidad, buscando la transparencia: notas de una lectora marginal

Para continuar el diálogo al que nos invitó Ediciones Patito, a través de la charla que tuvimos con Juan Pablo Anaya el pasado 20 de agosto, publicamos las notas al margen que escribió Susana González Aktories, integrante de lleom, sobre su experiencia en el experimento propuesto. De plataforma a plataforma, estas notas*, en minúsculas intencionales para los nombres propios (quien escuche el audio de la charla entenderá por qué), son también una invitación a continuar el diálogo entre agrupaciones, lectores, comentadores. A modo de tránsito, entendemos estas lecturas y conversaciones como derivas, y así como en otras ocasiones las hemos puesto en marcha a partir de caminatas e intervenciones, ahora la continuamos desde esta ventana que busca abrirse para quien quiera sumarse a la reflexión.


Desde la opacidad, buscando la transparencia: notas de una lectora marginal

por s.g.a.

Preliminar

Movida por el ejercicio que nos plantea juan pablo [anaya] para nuestra próxima charla “Mecanismos de opacidad y transparencia”, el de una lectura en común del último capítulo de Los muertos indóciles de cristina rivera garza, hice algunas anotaciones que no sé en qué margen cabrían… De ahí mis primeras inquietudes: ¿el margen de un texto qué clase de periferia ofrece y qué filiación exige con la fuente textual?, ¿es la nota al margen considerada un texto parasitario, y en ese sentido dependiente, como lo sería una orquídea de la corteza de un árbol del que se ha prendido?, ¿qué tipo de umbral (genette) representa del texto, digamos, central y de sus alrededores?, ¿cuál es el adentro y dónde empieza el afuera? Más allá de esto, el ejercicio plantea el reto de ver en qué momento es captada la conciencia lectora y exige una reflexión acerca de cómo se articula la nota en tanto huella de un proceso. Estas notas que escribo pretenden apenas esbozar, a manera de trazos, algunas de las ideas disparadas de forma casi instantánea y multidireccional por lo leído. Y aunque en esta re-memoración de la lectura se traiciona necesariamente la misma geografía interna que dictaron los múltiples rumbos asociativos y hermenéuticos, y se trastoca la temporalidad del acto de lectura (iser) —que duró mucho menos de lo que le tomará al lector recorrer este texto, se busca aquí captar de la forma más cercana el proceso en el que me iba encontrando. Leer, como un encuentro, ¿no es acaso parte de esa “comunalidad” de la que se habla y que inicia por entrar en contacto con uno mismo?

¶ Sobre la plataforma desde donde juan pablo nos invita a una lectura colectiva en línea:

Llama mi atención el título de la «empresa» u organización que sirve a la articulación de ejercicios de lectura colectivos: edicionespatito.org. Este nombre evoca en mí connotaciones negativas, derivadas de expresiones comunes (¿comunitarias?) como “marca patito”. Lo hace pensar a uno en una imitación que compromete la calidad, en una edición barata, quizá hasta poco cuidada, pero no en una edición pirata, como entiendo que es la intención de sus creadores. Si es de tomarse en serio esta empresa, se cuela en este nombre un toque irónico, a partir del que se asume de entrada una falsedad deliberada —una especie de mala imitación— en el carácter de lo que ahí se presenta: un objeto editorial que se afirma con esas características frente a un potencial opuesto: las ediciones no-patito… ¿cuáles serían?…  Y si esta provocación en efecto es deliberada, ¿en qué posición pone al usuario-visitante-lector? ¿Presenta este umbral de lectura ya un código cifrado, que invita sólo a ciertos lectores a entrar al ruedo para desafiar desde esa posición marginal lo que se quiere in-a-propiado? Pienso aquí de entrada en la relación a la que por su parte nos apela a reflexionar rivera garza en esta sección de su ensayo —que conozco ya por una lectura previa realizada hace tiempo desde la materialidad de la edición impresa— acerca de los vínculos etimológicos entre lo “apropiado” y la “propiedad”. ¿Es éste un guiño también a la des-apropiación que se encuentra en los otros textos re-producidos en esta plataforma?

Comentario del 21 de agosto, vía correo electrónico. «Curioso resulta el choque de tonos, si se consideran esos títulos como contestatarios e irreverentes, por contraste con la seriedad o casi “solemnidad” con la que los lectores compartieron sus notas. ¿Por qué esos otros ejemplos análogos que nos mostraron durante la charla [por ejemplo, The Institute for the Future of the Book, proyecto de Robert Stein] no se vieron en la necesidad de presentarse a partir de un discurso irónico y jocoso similar? ¿Es algo cultural el que el proyecto de stein se presente como más “transparente” y al grano, sin estar tan cifrado ni rebuscado como el proyecto de los mexicanos? ¿Es propio de un contexto como el mexicano el que una empresa intelectual como ésta se piense a partir de implicaciones sociales y políticas artificiosamente emparentadas con el trabajo rural de comunidades que siguen siendo marginadas? ¿Y a pesar de que esto nos lleva por coincidencia afortunada de nuevo al tema de los márgenes, no se cuela en esta intención un falso paternalismo?»

Sigo leyendo: el subtítulo del sitio anuncia «Lectura: comunidad, tequio, fiesta.» Nuevamente debo parar, primero para ver qué orientación se está sugiriendo aquí y cómo ésta instruye la lectura. Para descifrar su sentido me apoyo en la puntuación: la lectura, por el doble punto que le sigue, anuncia y contiene a la comunidad, el tequio y la fiesta; y estas tres últimas nociones, por su parte, vinculadas mediante las comas -como nos han enseñado maestros del listado de la talla de borges-, operan cognitivamente en la lectura en tanto equivalentes.

-Organizo de nuevo los elementos y comienzo por preguntarme: ¿lectura es comunidad?, ¿qué clase de comunidad?, ¿se entra en comunidad/comunión con el escritor o con el texto? ¿Cómo puede una lectura en solitario ser compartida en comunidad? Pienso en lo que puede significar esto a partir del soporte: acaso las plataformas digitales han educado a comunidades de usuarios a prácticas de lectura y escritura que los exponen de alguna manera particular desde la pantalla como no sucede con un lector de un libro impreso en papel. ¿Pero qué es lo que se expone de la individualidad?… “¿Qué estas pensando?”, nos pregunta continuamente Facebook… ¿Será aquí más bien «qué de lo que estas pensando cuando lees quieres compartir»? Y más aún: cuando lees, ¿qué clase de pensamiento ocurre en ese proceso y qué de eso efectivamente se puede compartir?

-Continúo con las asociaciones sugeridas: “tequio” vinculado a la lectura y a la comunidad. entiendo tequio de una forma muy vívida desde que participé como externa de esa experiencia comunitaria, en un trabajo de campo colectivo llevado a cabo en una comunidad nahua de la huasteca potosina. Recuerdo que es una práctica tan ancestral como efectiva y a la vez natural de un dar al colectivo, de ofrecer uno su esfuerzo, su trabajo, para luego también recibir los frutos de esa entrega por parte de los demás; una práctica que se oscurece si se busca explicar bajo términos como “solidaridad”, ya muy ideologizados. ¿Pero no es el tequio una práctica tan marginal en nuestras sociedades actuales que desapropiarla de su sentido original e inaugurarla en un terreno distinto como el de la lectura y la literatura lo vuelve algo artificial? ¿Cuál es el terreno común, qué parte de nuestra “faena de lectura” ofrecemos y a quién, con qué fin?

-Busco esclarecer la cadena asociando el último eslabón del subtítulo: “fiesta”. ¿La lectura es una fiesta?, ¿o la lectura en comunidad es una fiesta después de haber concluida la labor? ¿O acaso la lectura es una labor que, aunque no acaba, debe festejarse… ¿Y cómo? ¿Con la palabra, con la conciencia de pensar que cuando leemos no estamos solos?

-Pienso —de nuevo por contraste— en conciencia que en nuestro medio tenemos de la lectura como acto crítico, que evoca metáforas no de orden festivo sino más bien bélico: se pelea la palabra, el argumento; se debate, se esgrime, se discute, como si fuera un acto de fuerza, de conquista, de dominio. No en vano se habla de los estudiosos y letrados como aquellos que “dominan” sus lecturas, aunque no sean propiamente «dueños/autores» de las mismas.

¶ Nota desapropiada para los lectores vivos

Sin tener muy claro todavía a dónde me llevará el ejercicio, sobre todo después de las dudas con las que me sigue dejando “el portal”, inicio la relectura del capítulo VIII. No porque toda lectura, como dirían “los clásicos” (calvino), sea una relectura, sino porque en efecto es un texto que había leído ya antes, desde la materialidad del papel. Noto que me siento en este momento extrañamente observada por otras presencias, no por la voz que desde la pantalla se enuncia y me habla, sino por las voces silenciadas todavía de esos otros ojos lectores. Observo con más ojos de los que tengo. La conciencia de esas presencias me genera incomodidad (“en tiempo real”) mientras leo. No sé si eso es lo que hace que me cueste trabajo concentrarme, pero me disciplino y continúo. Hay algo en la mirada lectora que busca enfocarse: ¿cuál es mi papel aquí? ¿Estoy leyendo por interés, como la primera vez que me acerqué al texto, sin siquiera preocuparme de poner en duda mi proceso de lectura? ¿O estoy leyendo sabiendo que soy parte de un experimento, un conejillo de indias que lee en/desde una vitrina y es expuesto en una pantalla? Pienso: ¡cuántas veces he leído “para otros”, por mi oficio de profesora! ¡Cuántas veces he buscado conectarme con el texto, no tanto para recrearlo “literalmente” en clase sino para procurar compartir mi experiencia y mi emoción lectora frente a la comunidad de estudiantes! Sin tener siempre claro qué quiere un texto, he buscado más su transparencia que su opacidad, aun cuando estas categorías sean igualmente opacas, relativas, fundiéndose por momentos la una en la otra. ¿Cuál sería la alternativa docente de ese diálogo en comunidad? Pero aquí, frente a la pantalla de edicionespatito.org, algo me frena: no distingo cuál es esa “comunidad” a la que he entrado ni tampoco sé si me puedo o aun si quiero asumirme como parte de ella. Sin terminar de tomar postura al respecto, decido continuar.

¶ Primera lectura desde la pantalla, sin notas:

Leo el texto de corrido, observando las vírgulas marcadas al margen derecho como mero detalle gráfico todavía. Muchas de ellas anuncian un vacío: cero comentarios. Unas pocas anuncian el encuentro, el hallazgo, el diálogo, simplemente por anunciar el número de notas, lo cual despierta en mí cierta curiosidad. Pero me siento todavía más cómoda con el texto solo, sola, sin abrir esas otras observaciones. Termino la lectura con el mismo entusiasmo y con una agitación similar a la que me dejó la primera vez.

¶ Re-leer:

Vuelvo al inicio, ahora sí, para explorar eso “otro” que está al margen y que me provoca, me llama. Sé que al menos hasta ahora hay cuatro interlocutores con nombre (algunos incluso con apellido), de los cuales sólo conozco personalmente a uno: roberto [cruz arzabal]. Noto que en la lectura de esas marginalia no sólo se me revelan otras voces del texto sino que sobre todo busco dar cuerpo y personalidad a esas instancias enunciadoras: ¿dime qué comentas y te diré quién eres?… algo así. Busco ubicar a quienes de pronto también se vuelven mis interlocutores, a quienes ya han “conquistado” el texto y se han (¿des?)apropiado de ciertos parágrafos para opinar al respecto. Pienso que este ejercicio se ha inaugurado bajo parámetros tomados de otras prácticas de lectura, como son las presentaciones de libros: la pantalla, como el podio o foro, nos presenta a tres-cuatro personas que comentan algo sobre la obra a inaugurar. Muchas veces estos, desde una posición competente como lectores-conocedores, nos comparten su experiencia y su valoración (laudatoria) del texto. Presentan a veces datos curiosos, guiños que nos buscan hacer apetecible el texto, que resaltan sus cualidades. Se presentan, pues, desde “ese lado” del texto, más cerca del autor que del potencial lector que se encuentra de momento en-frente, escuchando y mirando desde ese otro lugar lo que esas voces tienen que decir. Las primeras piedras están echadas.

En este ejercicio se nos pide una lectura que deje huella, y no es lo mismo marcar el texto en privado que hacer notas que se asume serán leídas por otros. Además, los dos lectores iniciales, ingrid [solana] y guillermo [espinoza], ya estaban predeterminados: ¿qué tan espontáneo se puede ser bajo ese señalamiento? Recordemos, lo que quedará en este ejercicio no es propiamente la lectura sino sólo algunas de las huellas o marcas de lo que la lectura nos hizo, nos movió. ¿Esas huellas ayudan a reconstruir cómo completamos el texto? ¿En ellas hay algo entonces no sólo de su lectura sino también de su reescritura? ¿Y hasta qué punto esas notas interfieren con las que haríamos los demás?

Párrafo 2 me invita a una marca, a una reflexión: la re-escritura presupone un acto valorativo, una búsqueda de mayor calidad, pero también —como dice la autora [rivera garza], quizá por mí ya desapropiada— de actualización, de volverse de nuevo presente, renovada. Y se asume que no se hará en los mismos términos, que habrá cambios. En la cita que ella incluye de gertrude stein sobre el uso de las repeticiones como variaciones de una misma presencia, la de la rosa, ¿se desdice para reafirmarse con la misma palabra? ¿Empieza ya ahí la desapropiación para inaugurar una reapropiarción que tan sólo durará lo que dura el momento de enunciación, de escritura? ¿Y es reapropiación entonces de la palabra o de lo que esta produce, re-crea?

Desapropiar en el terreno del lenguaje nos lleva también de regreso a las dudas que éste despertó en la segunda mitad del siglo XX (¿barthes? ¿derrida? ¿foucault?). Me viene de pronto el eco de hasta qué punto estamos en dominio y posesión del lenguaje o hasta qué punto éste nos posee. Me pregunto en qué momento pensábamos que el dominio en este caso era un derecho y efectivamente una posesión. ¿Se puede dominar sin poseer? ¿No ha sido siempre el lenguaje un préstamo? ¿No somos más bien inquilinos temporales de sus moradas?

¶ Párrafo 13, nota de la nota:

Se habla en el texto de escribir en ausencia del lector (ingrid [solana] evidencia explícitamente el guiño que se hace a blanchot). Pienso si esto no es una forma de escribir en presencia del lector.

¶ Nota sobre la falta de notas:

Curioso que los párrafos siguientes sobre comunidad, estar-en común y comunicación no despertaran notas en los lectores que se han sumado a esta comunidad, al menos por lo que se logra atestiguar (lectora-testigo como me asumo en este instante) a partir de las marcas… Hay ahí no obstante planteamientos interesantes sobre la circulación de ese bien (chartier) que llamamos texto. Inesperado (o quizá no…) el giro audaz al contexto de los mixes dentro de una cultura y comunidad guiada por la oralidad y la co-pertenencia. ¿Haría yo una observación al margen, si estuviera comentando directamente sobre el texto en esa plataforma?

¶ Párrafo 28, sobre nota de roberto [cruz arzabal]:

“[…] leer en común es simultáneamente”. ¿Será más bien en paralelo? ¿Simultáneo como al mismo tiempo, como coordinado, como de alguna manera sintonizado, sincronizado, con posibilidad de cruce, intersección? ¿O como yuxtaposición? Me identifico más con “en paralelo”, pues las líneas de lectura no sé si se tocan, pero sí sé que se pueden acompañar. “We read to know we are not alone” (lewis); y luego me pregunto: ¿quiero compañía?, ¿quiero además compartir yo esto? Si es así, ¿con quién? ¿Puedo elegir a mi interlocutor, a mi comunidad, en una plataforma que aunque está restringida por su propia condición y por el tipo de perfiles a los que convoca, está abierta a un público con el que no tengo mucho en común?¿Y si sólo lo quiero compartir en un círculo pequeño, que no incluye a los que no conozco, por ejemplo en esa plataforma, qué dice esto de mí y de mi lectura?

Comentario del 21 de agosto, vía correo electrónico. «Pensé luego en cuál sería la lógica de las post-identidades. En ese sentido fue que puse desde el inicio todos los nombres propios en minúsculas en mi texto, deliberadamente.»

¶ Párrafo 32, nota para mí, para no olvidar:

Libro interpretado como reescritura. Importancia de la recepción. Reescritura y malentendido.

¶ Nota sobre los párrafos que no he anotado:

Hay mucho más que me interesa de estos pasajes y de sus ecos de otros pasajes y otras lecturas (nancy, carrión, genet, giacometti). Hay un genuino compromiso en este ensayo que me vuelve a recordar la tan recurrente pregunta: ¿para qué escribir? Pero también: ¿para quién escribir? Y más aún: ¿para qué y para quién leer? No puedo quedarme más en este texto, pero sé que es una tierra fértil, con todo y sus muertos des-en-terrados, una tierra a la que me interesará volver. Los surcos apenas comenzados a marcar con la herramienta de las notas que ofrece la plataforma (como diría cinthya [garcía leyva]**) hacen apenas visible algo que puede ser más trabajado, en soledad, en comunidad. ¿Qué puede este texto (juan pablo [anaya])? Cambio esta pregunta, como sintiéndome todavía frente a un espejo, más que frente a una pantalla: ¿Qué puede este lector? Grafógrafos (elizondo), fonófonos (tito [rivas]), lectógrafos: estamos llenos de voces, de palabras, de escritura por des-cifrar. Así como nos escribimos escribiendo y nos escuchamos escuchar, nos leemos leer… o desleer, mientras estamos vivos.

¶ Nota del recuerdo: sobre los párrafos concurridos:

Me pregunto, llegando al final, por qué en ciertas zonas del texto los lectores estaban de acuerdo en que esos pasajes eran clave para entender a rivera garza. ¿Fueron también mis pasajes climáticos?

¶ Nota final sobre el tipo de notas:

Veo que las notas que marcan el texto en la plataforma han sido muy distintas entre sí, aun las realizadas por un mismo lector: algunas buscan explicar en propias palabras lo que se reconoce de valioso en el texto, otras recuperan literalmente las voces aludidas en el texto, buscando transparentar más esos guiños o referencias, otras más se proyectan desde un entusiasmo, un movimiento más emocional que racional. Pero las del inicio y las del final parecen asumir un tono mostrativo, en un nivel más general del texto, como si exigieran una evaluación del mismo hecha para terceros, desde la superficie, no desde las profundidades en las que a veces también estamos buceando, sumergidos en algo así como un close reading. Después de leer —yo al menos todavía en las profundidades— el último párrafo del ensayo de cristina, sentí que no pude despresurizar bien con el comentario de ingrid, que ya iba de salida, no sólo del capítulo encomendado a esta comunidad que éramos, sino del libro entero.

¶¶¶

*Las notas fueron enviadas por correo electrónico a María Andrea Giovine y Cinthya García Leyva la mañana del 20 de agosto, previo a la charla en la librería Jaime García Terrés. En algunas partes del texto se añaden las anotaciones compartidas por la autora el 21 de agosto, un día después de la conversación. El texto fue editado por García Leyva, también lectora al margen, la noche del 23 de agosto.

**La autora se refiere a la respuesta de García Leyva del 17 de agosto, vía correo electrónico, en una conversación previa sobre la planeación de la charla: «Siento que los surcos están en los comentarios compartidos. La tierra, para seguir con tu idea y contestando sin reflexionarlo todavía mucho, es el texto de Rivera Garza que a su vez es una conversación con otros textos, como ella insiste en su ensayo; la herramienta para el surco sería la plataforma, que permite hacer visibles los comentarios al margen de los lectores participantes. [La invitación] que mandó Juan Pablo hace la pregunta sobre el texto («¿qué es lo que puede este texto?»); sin embargo, creo que el experimento en este caso va más hacia ¿qué es lo que puede este texto comentado de modo comunal? Y ahí, ¿qué intercambiamos al leernos leyendo?


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