«Volver turista» de Nicolás Ruiz, crónica de una visita a la Biblioteca Nacional de México
Como parte del Seminario de Estudios Teóricos “Prácticas de escritura y de lectura: Cambios de paradigma y retos para el hecho literario”, a cargo de la Dra. Susana González Aktories y la Dra. María Andrea Giovine, integrantes de lleom y profesoras del Posgrado en Letras de la UNAM, se llevó a cabo una visita al Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional de México. Nicolás Ruiz, estudiante inscrito en el seminario, escribió la crónica «Volver turista» para el blog del área de literatura comparada del posgrado en Letras de la UNAM, a quienes agradecemos la posibilidad de reproducir un fragmento.
Entramos a una sala de concepción vertiginosa. Es un círculo: visto de frente hay un ventanal que deja ver un exterior para subrayar el interior extraordinario; alrededor paredes llenas de libros enigmáticos protegidos por una barrera discreta de vidrio que sirve como línea amarilla de museo o, con más peligro, de transporte público. Todo es de madera: el piso pulido, las estanterías de libros, la mesa integrada al recinto en semicírculo exacto y el techo cónico que desciende, como punta señaladora, hacia una suerte de atril central en donde reposa un enorme tono imponente en la vejez evidente de su empastado de cuero rojo. La mesa es una barra continua que sirve como escritorio unido en semicírculo, con asientos de reunión o para pupilos y asistentes de edades dispares –a partir claro, de los mandatorios 16 años, cuestión de responsabilidades, debida acreditación mediante-. Hay algo aquí de biblioteca pulcra y cuidada, clima controlado, olor a libros fustigados para no almacenar polvo; hay algo también de sala de mando, pienso en Dr. Strangelove y me pregunto si el punto de comparación es válido más allá de lo arquitectónico.
Cometemos errores, desprevenidos, que nos señalan más como turistas, queremos tomar fotos, entrar con mochilas, deambular libremente. La guía nos regaña con amable y tajante sorpresa: tal vez hubiéramos sabido todas las reglas si no fuéramos turistas; pero es imposible no ser turista en este espacio que significa, etiqueta e impone. Nuestro error es comprensible pero imperdonable: primera advertencia que gana nuestra completa y absoluta obediencia.
Esperamos instrucciones.
Nos sentamos torpemente en la mesa circular moviendo las sillas con el menor ruido posible, mirando de reojo a nuestra guía para seguir órdenes precisas, entregamos la voluntad en la entrada: nos es permitida la sorpresa, ya no la iniciativa. En la mesa circular hay cinco tomos misteriosos de diferentes formas y colores. Nuestra guía se planta enfrente de nosotros, entre el atril central y la mesa que lo rodea, está de pie, levantamos los ojos y esperamos el inicio de una presentación que ya ganó nuestro asombro y nuestra sumisión.
Somos turistas y nos portamos bien.
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